EL DÍA QUE SUPE QUE IBA A GANAR
Publicado el Viernes 03-05-2013 - (5 comentarios)He de confesarlo.
Hubo un momento en que pensé que no conseguiría cumplir mi proyecto de micromecenazgo. Quedaban todavía dos semanas para finalizar el plazo, pero tenía clarísimo que no iba a lograrlo.
Sentí una dolorosa sensación de fracaso, así como unas inmensas ganas de llorar y patalear como un niño pequeño. La frustración que me invadió fue tan demoledora, que por momentos me sentí desesperanzado, abatido.

Lo malo de ir cumpliendo años es que sabes que las agujas del reloj no pueden ir hacia atrás. Lo bueno, es que puedes buscar en tu pasado una situación similar a la que te atormenta en el presente y hallar consuelo en la posibilidad de aplicar el conocimiento adquirido.
Yo aquel día miré hacia atrás para ver si anteriormente había sentido una sensación de fracaso personal tan absoluto. Y encontré.

Y me dí cuenta de que las veces en que me había sentido tan desanimado, aquel sentimiento había desembocado en dos diferentes vertientes: si el objetivo era banal, superficial o insustancial, la sensación desaparecía a los pocos días. Pero si la meta era algo vital, trascendente o esencial, aquella sensación de fracaso era el preámbulo de una bocanada de entusiasmo que me llevaba a seguir luchando hasta el final, a persistir hasta el último momento.

Evocar aquellos momentos, me dio la energía suficiente para no rendirme en mi proyecto de micromecenazgo. Así lo hice, a pesar de que siempre estuve más cerca de la derrota que de la victoria. Y luché hasta el final, incluso cuando parecía una ingenuidad pensar que podría conseguirlo.
Pero comprendí que era lo que debía hacer.
Porque me percaté de que a lo largo de toda mi vida, he fracasado siempre en todo proyecto cuyo objetivo ha sido el dinero, la ambición o cualquier cosa intrascendente. En cambio, siempre he ganado en todo aquello que he emprendido por amor, convicción o vocación.
Así que este proyecto estaba condenado a triunfar.
A cuatro días del final, y cuando todo hacía pensar que la derrota llegaría por inercia, se desbordó la locura en forma de infinidad de nuevas aportaciones que finalmente hicieron realidad mi sueño.

A las más de trescientas personas que me habéis ayudado a conseguir esta meta, tan sólo os puedo decir que me gustaría que por un momento, ni que fueran tres segundos, pudierais entrar dentro de mí para notar lo intenso que es el sentimiento de gratitud que albergo.
Espero escribir un libro que esté a la altura de vuestro gesto. Y espero también que sea digno de la historia a narrar, así de esta manera contagiar a los demás la convicción de que a pesar de que a veces los objetivos parecen inalcanzables, al final el amor siempre gana.

Xavier Molins

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