INALCANZABLEMENTE CERCA
Publicado el Miércoles 10-04-2013 - (5 comentarios)Hace días que tengo una extraña sensación. Me levanto por las mañanas y no acabo de tener claro qué he de sentir.
Hoy hace 20 días que inicié el proyecto de micromecenazgo 'Un libro para cumplir una promesa', y justamente quedan 20 días más para conseguir el objetivo. Un objetivo económico que, para que me vaya haciendo la idea de que sufriré hasta el último momento, también anda por la mitad.
Y ahora, en el ecuador del proyecto, se ha revelado ante mí una verdad ineludible: estoy a la misma distancia de sufrir un fracaso muy doloroso que de conseguir una victoria que recordaré el resto de mi vida. Y no hay punto intermedio. Acepté las normas del micromecenazgo. O todo o nada.

Y en ese vaivén, ha nacido en mí una serie de emociones muy confusas. Sé lo que ha costado llegar a la mitad del proyecto, por eso veo muy difícil conseguir el otro cincuenta por ciento. Pero paradójicamente, el haber conseguido la mitad del objetivo me da motivos para pensar que puedo lograrlo.
Mi meta está inalcanzablemente cerca, y yo hace días que estoy desesperadamente ilusionado.
Y en medio de esta fusión, de esta combinación de altibajos, ayer, justo ayer, experimenté una sensación muy especial. Fue una sensación de aquellas que te golpean fuertemente, de aquellas que te sorprenden.
Eran aproximadamente las seis de la tarde. Habíamos salido de casa con la sonrisa en la boca, pues queda poco más de un mes para que nazca nuestra hija Àsia y habíamos pensado que ayer era el día perfecto para empezar a preparar la canastilla. Fuimos a comprar algunas cosas y al volver a casa ordenamos toda la ropita que amigos y familiares nos han regalado. Y fue entonces cuando mi mente, sin yo pedírselo, recreó una imagen de una manera tan nítida que por momentos sentí hasta miedo.
Era el momento en el que mi abuela, en las sesiones que hicimos para que yo obtuviera información para escribir su novela, me explicó que le había hecho a su bebé un vestidito de punto utilizando como agujas trozos de alambre de la valla del campo de refugiados en el que estaba recluida.

Fue entonces cuando me dije a mí mismo que sería intolerable que una historia como la suya se quedara sin explicar, sin compartir. Y eso me ha dado una dosis extra de energía que necesito como el aire para afrontar los próximos 20 días, que se presumen de mucho cansancio y de mucho desgaste emocional.
Pero estoy dispuesto a sufrirlo, ya no sólo por la promesa que le hice a mi abuela, sino también como homenaje a aquellos que todavía hoy en día son víctimas de guerras absurdas.

Pero en este proyecto no estoy solo. Mi familia y mis amigos se han volcado conmigo y me han hecho sentir muy arropado. Y también la gente que nos sigue en nuestra web desde hace casi 10 años.
Y casi sin querer, a estos últimos les he puesto un nombre y los he llamado 'amigos desconocidos'. Y entonces me he dado cuenta de que 'amigo desconocido' es un concepto tan contradictorio y tan bello como la sensación que tengo de estar inalcanzablemente cerca de conseguir mi objetivo de micromecenazgo.
Ha sido en este momento cuando me he dado cuenta que la época de mi vida que estoy viviendo es tan especial e irrepetible, que no paran de brotar emociones y sentimientos tan impetuosos que de tan puros pueden llegar a ser contradictorios.
Y entonces he entendido lo que me pasa: estoy a punto de ser padre, a punto de conseguir que la historia de mi familia quede plasmada, y eso me hace sentir tan inmensamente feliz que he caído en la más grande de las contradicciones, en el más imposible de los conceptos: estoy soñando despierto.

Xavier Molins

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A todos los que ya habéis colaborado, muchísimas gracias por vuestro apoyo y por darle difusión a través de vuestro mail y las redes sociales.

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