PARAGUAY, LA TIERRA DE LOS GUARANÍES

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PARAGUAY, LA TIERRA DE LOS GUARANÍES
Publicado el Martes 11-01-2005 - (0 comentarios)



Si hay algo que hemos aprendido, y que va a ser durante este año una especie de norma, es que cualquier viaje en autocar es preferible hacerlo de noche. No hay nada de romántico ni de bohemio en esta decisión, simplemente es por el hecho de que nos ahorramos una noche de alojamiento. Así es la vida de los que viajamos con poco dinero. Una lucha constante por dosificar el capital. En este caso en concreto, en que debíamos cubrir la ruta Montevideo-Asunción, lo difícil hubiera sido no realizarlo en horas nocturnas, ya que el autobús tardó 18 horas y media en cubrir el tramo. Esto no tendría nada de extraño sino fuera porque hicimos el viaje de un tirón. Los conductores hacían el relevo en marcha aun no sabemos cómo, quizás tenían miedo a que se calara el autocar y no volviera a arrancar. El caso es que estuvimos casi 19 horas metidos allí dentro con el aire acondicionado tan fuerte que nos dio por pensar que lo que querían era convertirnos en politos de fresa.

Conocimos en aquel autocar, que por cierto no era coche-cama como sería lo lógico, a dos personas bastante peculiares.
Santiago era chileno, aunque debido a su trabajo había pasado muchos años en diferentes países y de ahí que su nacionalidad no dejara de ser algo trivial. Nos comenzó a explicar cosas de su oficio de masajista, de ahí pasó a la medicina natural, eso lo llevó a hablar de la fe y de ahí pasó directamente a predicarnos los versículos de su religión adventista. Supongo que fue a esa altura cuando nos empezamos a hacer los dormidos.

Rossana era uruguaya, y a pesar de ser militar, en su cara se notaba la incertidumbre al oir como Santiago, entre versículo y versículo, nos explicaba que Asunción era una ciudad muy peligrosa.
Aquel hombre exageraba. De la manera que hablaba, parecía que, comparado con Asunción, el barrio de Harlem era un ´happy park´. Nos dio consejos muy útiles, como el de poner un pie atrás y uno delante al esperar en el paso de cebra, así evitar caer cuando alguien nos empujara para que nos atropellaran los coches (palabra que no nos inventamos esto).
Fue por ello que, cuando llegamos a la estación a las 7 de la mañana y Rossana nos dijo que la persona que la tenía que ir a buscar aún no había llegado, decidimos que nuestro deber era esperar con ella para no dejarla sola. No fuera a ser que los policías de la estación, que por supuesto serían corruptos, la fueran a violar allí mismo mientras la muchedumbre, hostil con la gente de fuera, aplaudía cuando al acabar de sodomizarla la colgaban del reloj de la estación como reclamo publicitario.
No, no íbamos a permitir eso, así que esperamos con ella más de una hora, momento en el cual llegó su tío.
Aquel hombre, con su cara de cateto y sus ojeras que parecían indicar que no había pegado ojo desde que tenía 9 años, era taxista. Rossana, y para devolvernos el favor de haber estado acompañándola durante todo aquel rato, le pidió a su tío que nos llevara al hostal donde habíamos de hospedarnos. Aquel hombre no se negó, y tuvo la ´gentileza´ de decirnos que nos iba a hacer un precio de amigo. Cuando llegamos a nuestro destino, nos cobró 35.000 Guaraníes por un trayecto que valía unos 15.000. Si eso era el precio de amigo, a los que no lo son suponemos que les cobra 50.000 y al bajar del taxi les obliga a hinchar los neumáticos del coche con la boca. ¡Tremendo cretino!

El caso es que ya estábamos en nuestro hostal, de mejor condición de lo que habíamos presupuesto. Estuvimos hasta las 12 del mediodía durmiendo, había que recuperarse. Después nos fuimos a pasear por la ciudad.
Pudimos comprobar por nosotros mismos que Asunción no era ni más ni menos peligrosa que cualquier otra ciudad. Había, eso sí, un índice de pobreza bastante palpable. Las calles estaban muy deterioradas y sucias, y justo al lado de lo que se puede considerar el centro, había una zona en que todas las viviendas eran chabolas.

Una cosa muy significativa de Paraguay es que tienen dos idiomas cooficiales, el castellano y el guaraní, que no sólo se conserva, sino que incluso es enseñado en las escuelas. La gente de la ciudad habla normalmente en castellano, o una mezcla de ambos idiomas. Más hacia las afueras el guaraní gana terreno, y en según que partes incluso supera al castellano.
Aprovechando que estábamos muy interesados en la cultura guaraní, fuimos al museo que había en la Plaza de la Independencia. Trataba de un músico muy famosos de allí y de la cultura paraguaya. Desde la terraza del museo se podía contemplar la bahía de Asunción.
Estuvimos todo el día caminando por la ciudad, hasta que se hizo de noche y volvimos al hotel. Al día siguiente volvimos a patearnos el centro de la ciudad. Habíamos dejado nuestras mochilas en el hostal, el cual abandonamos a las 10 de la mañana, y sobre las ocho de la tarde volvimos a buscarlas.En el hostal mismo cogimos un taxi que nos llevó a la estación de autocares, donde a las 12.15 de la noche debíamos coger uno que nos llevaría a Puerto Iguazú, Argentina. De nuevo a viajar de noche. Haciendo tiempo en la estación, conocimos a Ada, una chica encantadora que a sus 18 años tenía muchos planes y muchas ganas de contarlos. Tenía principio de hepatitis, y aunque el mate es fatal para esta enfermedad, no dejaba de tomarlo. Debe ser un vicio parecido al de fumar. Nos despedimos de ella cuando su autocar partía, justo media hora antes de que lo hiciera el nuestro.

A pesar de que, no nos vayamos a engañar, Asunción es una ciudad en donde hay muy poco que ver, los días que estuvimos allí nos sentimos relativamente a gusto. No es un lugar al que iríamos a visitar expresamente, pero ya que estábamos por la zona y nos venía casi de paso para ir a Puerto de Iguazú, no desperdiciamos la ocasión de conocer un país que no deja de tener su encanto. Le auguramos un futuro mejor que el presente, debido al empeño que están poniendo en restaurar muchos de sus edificios antiguos.

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