¡PA HABERNOS MATAO EN RIO SAN JUAN!!!

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¡PA HABERNOS MATAO EN RIO SAN JUAN!!!
Publicado el Miércoles 09-07-2008 - (1 comentarios)

El Castillo, Río San Juan, Nicaragua
Calle principal de El Castillo

Al sur de Nicaragua, haciendo frontera con Costa Rica, se encuentra el Río San Juan. Se trata de un río cuya posición estratégica lo ha convertido en mítico, pues históricamente ha sido un punto clave para conquistadores, piratas, filibusteros y tropas invasoras.
Desde el descubrimiento de américa, se ha tenido la obsesión de cruzar en barco centroamérica para conectar ràpidamente el este y oeste del continente americano. Desde hace casi 100 años esto es posible gracias al famoso Canal de Panamá, que permite a las embarcaciones cruzar de océano a océano sin tener que rodear el continente.
Pero antes de que se construyera el canal, el Río San Juan era uno de los puntos estratégicos más importantes, pues navegando por sus corrientes se podía desembocar en el Lago Cocibolca, atravesarlo y llegar a tierra firme ya a pocos kilómetros de distancia del Océano Pacífico.

Nos pareció pues interesante esta zona, así que decidimos ir a El Castillo, uno de los pueblos que nacen a orillas de este apasionante río.
Llegar a El Castillo no es fácil, pues no tiene conexiones por vía terrestre. Primero es necesario ir en lancha hasta San Carlos (que tampoco está conectado por tierra) y desde allí, tomar otra embarcación que demora 3 horas en llegar.
En nuestro caso, que veníamos de la Isla de Ometepe, para llegar a San Carlos tuvimos que pasarnos 10 horas en embarcación, que cruzó el lago Cocibolca en una noche de una oscuridad total.
En dichos trayectos conocimos a José y Laia, de quien ya no nos separaríamos durante nuestros 5 días en El Castillo.
En el pueblo, además, conocimos a Pablo, un chico español que como cooperante en temas medio-ambientales, nos ofreció su compañía a cambio de nada, siendo las veladas nocturnas en su casa algo que tardaremos en olvidar. También nos enseñó el pueblo y sus secretos. Quizás fue eso lo que hizo que en poco tiempo nos sintiéramos como en casa.
El Castillo, sin duda alguna, merece ser visitado. El pueblo emana una familiaridad a la que es muy fácil acogerse. Su entorno es digno de los más exigentes documentales, y su flora y fauna es diversa y espectacular.

Uno de aquellos días, mientras Pablo se fue a trabajar, decidimos pedir prestada una barca para navegar por el Río San Juan.
¡Ahí estábamos! Xavi, Carme, Jose y Laia… ¡Los cuatro conquistadores del siglo XXI!!!
Apenas montamos en la barca, empezó a llover un poco. Pero decidimos empezar nuestra aventura igualmente. Unos minutos después, llegamos a una tajante conclusión: Ninguno de los cuatro tenía idea de remar.
La misma corriente del río nos devolvió a la orilla, apenas a 10 metros de donde habíamos empezado.
Como estábamos semirefugiados debajo de un árbol y la lluvio empezó a apretar, pensamos que sería una buena idea parar 5 minutos a ver si la lluvia nos daba una tregua.
Justo en aquel momento, nos percatamos que la gente del pueblo estaba en los balcones de sus casas, mirándonos y riéndose.
Apenas hay turistas en aquel lugar y en aquella época… sin duda alguna, en aquellos momentos éramos la atracción del pueblo.
Una vez la lluvia hubo amainado, decidimos proseguir río abajo.

Lo único que sabíamos a esas alturas era que bajo ningún concepto debíamos permanecer en el centro del río, pues su fuerte corriente nos arrastraría hacia abajo.
Así pues, empezamos a remar, siempre arrimados a la orilla.
Por tal motivo, al cabo de 20 metros nos empotramos contra un embarcadero.
La gente desde sus balcones se lo estaba pasando en grande. ¡Qué espectáculo más lamentable estábamos ofreciendo!

Pero decidimos seguir, así que al cabo de 30 metros pasamos por delante de la oficina del ejército. Un militar asomó la cabeza por una ventana.
- Necesitan 4 salvavidas – gritó.
Reímos la broma unos cuantos segundos… hasta que nos dimos cuenta de que no era una broma. Acercamos nuestra barca a la oficina, y recogimos los chalecos no sin advertir que al militar se le escapaba media sonrisa.
Con los salvavidas puestos, emprendimos de nuevo nuestra marcha.
La corriente nos empujaba hacia abajo, no hacía falta remar. Navegamos un buen rato sin demasiados sobresaltos. Como mínimo ya no estábamos a la vista de nadie.

Parecía que empezábamos a controlar la situación, pues avanzamos una buena distancia.
El siguiente obstáculo fueron unos arbustos salientes… obstáculo contra el que chocamos pues fuimos incapaces de girar la embarcación. El golpe hizo que partiéramos un par de ramas que fueron a parar al interior de la barca.
Una vez sacadas las ramas, decidimos proseguir.
A 50 metros se observaba un gran tronco saliente del agua.
- ¡Chicos! Sobretodo, no hemos de chocar con ese tronco, ¿eh?
Justo en aquel momento, nos dimos cuenta de que dentro de la barca habían un montón de arañas enormes, que suponemos habían cáido de las ramas. Hubo un momento de histeria y golpes de remos para acabar con aquellos bichos, que provocaban continuos movimientos que casi nos hacen caer al agua.
El incidente de la
s arañas sirvió para que nos olvidáramos completamente del tronco saliente… contra el cual nos empotramos. De nuevo casi hacemos volcar la barca.
Aparece la lluvia otra vez. Creemos que lo mejor es ir hacia la orilla, parar y replantearnos la situación. Pero la corriente en esta parte del río es más fuerte, y casi sin darnos cuenta estamos demasiado alejados de la orilla.
Nos cuesta horrores dirigir la barca hacia un lado, pero vemos que más difícil aun será frenarla. De nuevo hay unos matorrales salientes, a unos 20 metros de distancia, que ofrecen un par de ramas. Decidimos que lo mejor será que dos de nosotros pasen a la parte delantera y se agarren de las ramas para frenar la barca.
Conseguimos acercarnos y nos colocamos en nuestras posiciones.
Las ramas se van acercando poco a poco, así que creemos que será facil detenernos.
¡Una, dos, tres!!! – Ahhhhhhhhhhhhhhhhh!!!
Las ramas de este arbusto son de una especie comun en este río. ¡Estan llenas de pinchos!!! La barca hace un extraño movimiento, de nuevo estamos a punto de caer al agua.
Por lo menos, hemos podido frenar… o mejor dicho, hemos chocado contra la orilla y afortunadamente la barca se ha quedado atrancada.
Nos estamos mojando, pues la lluvia no ha parado.

A unos 30 metros vemos a una mujer lavando la ropa en el río, junto a lo que se presume un buen cobijo gracias a unos árboles.
Decidimos llegar hasta allí.
Nos ha costado, pero al final nos hemos dado cuenta de que esto de remar no es lo nuestro, así que lo mejor es ir a cobijarnos a ese lugar y emprender el camino de vuelta.
Es inevitable hablar de ello. Si la bajada ha sido difícil… ¿Cómo vamos a lograr llegar al pueblo a contracorriente?

Emprendemos el retorno, e ilusionados vemos como estamos avanzando a pesar de ir hacia arriba. Pero la alegría es momentánea. Es una zona sin corriente, y cuando llegamos a una parte donde ésta es mediana, observamos que va a ser más difícil de lo que pensábamos.
Tenemos 3 remos, así que mientras uno descansa, los otros reman con todas sus fuerzas. Pero cuesta mucho. Además, la corriente, también nos empuja hacia el centro del río, donde no queremos ir por nada del mundo.
Así que navegamos durante unos 10 minutos.. pero apenas hemos recorrido 20 metros. Empezamos a estar exhaustos.

A la mínima que descansamos, la corriente gana la batalla y nos empuja hacia adentro. Pero a la desesperada, volvemos a remar… y la combinación es nefasta, pues empezamos a girar como peonzas. Suponemos que estamos justo en un remolino, así que dejamos de remar pues es una tontería gastar las fuerzas.
En aquel momento, nos percatamos de que estamos justo en medio del río, la corriente nos lleva hacia abajo y además estamos girando sobre nosotros mismos.
¡Fantástico!.
Con lo que nos queda de fuerzas, y cuando parece que ya hemos salido del remolino, finalmente conseguimos llevar la barca hacia la orilla.
Lo que hemos avanzado en media hora, lo hemos perdido en apenas 4 minutos.
- Casi se ahogan – Dice una voz desde el camino adyacente, acompañada de una sonrisa burlona.
Es un campesino, al que le pedimos por favor si puede perder 5 minutos en darnos una pequeña clase de cómo evitar que la corriente nos lleve hacia el centro.
El hombre salta a la barca y nos dice que nos va a llevar hasta el próximo embarcadero, pero que no podrá seguir con nosotros a partir de ese punto.
Asombrosamente, con un solo remo cruza toda la zona que nosotros hemos sido incapaces de sobrepasar. Intentamos absorver todas las instrucciones que nos da, nos hará falta.
Una vez nos deja, antes de llegar al embarcadero, creemos que podemos conseguirlo ahora que ya sabemos la teoría. Pero es imprescindible evitar que la corriente nos lleve hacia dentro.
Por tal motivo, realizamos algo inverosímil. En vez de rodear el embarcadero, decidimos agacharnos y pasar por debajo. Con el rabillo del ojo, vemos al campesino que se está muriendo de risa.
Pero la teoría que hemos aprendido no nos sirve de nada, pues estamos a punto de llegar a la zona del río donde la corriente es más fuerte.

Allí pasamos un buen rato, hasta que vemos que no vamos a ser capaces de cruzar esa nefasta zona. Afortunadamente hay un pescador en la orilla del río, al cual le pedimos que si nos puede arrastar con la cuerda que tenemos.
Lo probamos, pero es casi imposible, pues la orilla en aquel tramo está 2 metros por encima del nivel del lago y eso que hace que la fuerza que pueda hacer ese hombre arrastrándonos sea insuficiente.

Pero aparece otro personaje por el camino, el cual trae en la mano lo que posiblemente sea nuestra solución. Un palo de unos 3 metros de altura. Nos explica que nos apoyemos con él en el fondo del lago y hagamos fuerza al empujar. Parece una buena opción.
Es Jose el que coge el palo y prueba la nueva solución. Pero lo hace con tan mala pata, que sin saber cómo el palo se ha quedado encallado entre el fondo del lago y la barca, y por tal motivo parece que estemos haciendo palanca.
- ¡Jose!!!! – Saca el palo de ahí como sea. ¡Por tu madre!!!!
Pero es demasiado tarde. El efecto palanca, junto con la corriente que nos tira hacia atrás, hace que la barca se levante de un lado y el agua empiece a entrar por el otro.
Finalmente, tras más de 3 horas desde que salimos, parece que ha llegado lo que tanto hemos buscado. Nos ha costado, pero al final hemos volcado la barca y estamos los 4 en el agua.
Se apoderan de nosotros dos sentimientos contrapuestos. La risa, pues no podemos dejar de reír, y la inquietud, pues sabemos que en el río hay caimanes. De hecho, el día anterior habíamos visto 3 o 4.

Con impotencia vemos como el río se lleva uno de los remos. Mirando al hombre que nos ha prestado el palo, vemos que hace un gesto con el que dice: ‘Que os den por el culo, capullos’, y se marcha de allí.
Le damos la vuelta a la barca, pero está llena de agua, así que antes que nada tendremos que vaciarla. (Aun no sabemos cómo).
En aquel momento, un niño de apenas 8 o 9 años aparece con nuestro remo en la mano.
Le damos las gracias, y, en nuestra desesperación, le preguntamos si él nos puede ayudar a llegar al pueblo.
- Yo les puedo gobernar solito hacia allí. – nos dice con aire de suficiencia.
-Pues chico, gobierna, gobierna y llévanos al pueblo como sea y acabemos de una vez con esta patraña.
El niño salta a la barca, vacia el agua y nos da las instrucciones de cómo sentarnos.
- No hace falta que remen – nos dice amablemente, aunque por un momento pensamos que se nos está cachondeando.
El caso es que aquel mequetrefe, con la ayuda del palo y de un remo, no tiene la menor dificultad en hacernos avanzar. Supera el tramo más fuerte de la corriente sin ningún tipo de apuros.
La llegada al pueblo es, sin ninguna duda, uno de los momentos más patéticos y humillantes de nuestra vida. A la vista de todo el pueblo está la lamentable situación: Unos treintañeros rescatados por un niñato que apenas llega a los 10 años.


El Castillo, Río San Juan, Nicaragua
En casa de Pablo

El Castillo, Río San Juan, Nicaragua
Con Laia, Jose y Pablo

El Castillo, Río San Juan, Nicaragua
Vista del pueblo desde el río

El Castillo, Río San Juan, Nicaragua
Pescando en el Río San Juan

El Castillo, Río San Juan, Nicaragua
El Castillo desde el punto más alto

El Castillo, Río San Juan, Nicaragua
En un embarcadero del Río San Juan

El Castillo, Río San Juan, Nicaragua
Las calles de El Castillo

El Castillo, Río San Juan, Nicaragua
Feria gastronómica

El Castillo, Río San Juan, Nicaragua
vista del pueblo desde el fortín

El Castillo, Río San Juan, Nicaragua
Casas que dan al río

El Castillo, Río San Juan, Nicaragua
Viendo caer la lluvia

El Castillo, Río San Juan, Nicaragua
Río San Juan

El Castillo, Río San Juan, Nicaragua
Embarcaciones que sirven transporte

El Castillo, Río San Juan, Nicaragua
De camino a El Castillo

1 Comentarios
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21/11/2013 - olga
Que historia chicos!! ..podia haber pasado lo peor...menos mal de ese niño..por cierto no habeis pasado por Honduras..es precioso y con muchas cosas que ver..pero actualmente la delincuencia se apodera de el..y hace que los turistas no quieran ir..espero que un dia lo visiteis ..y digais que os ha gustado mucho ..saludos y exitos desde viladecans Barcelona
Xavi y Carme
Xavi y Carme Escritores, viajeros, expertos en marketing online y fundadores de la ONG BPM, somos los autores de esta web. Nos han definido de muchas maneras, pero la que más nos ha gustado fue cuando... Leer Más
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