Blog de viajes
AÏT BEN HADDOU, EL KSAR EN LAS PUERTAS DEL DESIERTOPublicado el Viernes 16-01-2015 - (1 comentarios)
Vistas del Ksar de Aït Ben HaddouLos primeros rayos de sol de la mañana comenzaban a calentar cuando llegamos al pueblo. Aparcamos el coche en una gran zona cuadrada
de tierra habilitada para ello. El vigilante, desdentado y ataviado con un chaleco reflectante amarillo, nos saludó efusivamente como queriendo
dejar constancia de su presencia. A esas alturas ya habíamos aprendido a no preguntar el precio para aparcar, sabíamos que un par o tres
dírhams a la salida era lo estipulado.
Tras seguir las indicaciones del señor tomamos una calle que hacía bajada y, tras unos pocos pasos, su visión nos paralizó. Era
uno
de los lugares más hermosos que habíamos visto en Marruecos. El
Ksar de Aït Ben Haddou, una
ciudad
fortificada cerca de
Ouarzazate, se alzaba ante nosotros como parte de una pequeña colina del terreno. La luz
del sol la iluminaba y las diferentes tonalidades de color tierra de sus construcciones se mostraban de forma mágica. Ahora entendíamos por
qué este lugar era
Patrimonio de la Humanidad y había atraído a tantos directores de cine para rodar sus películas:
Gladiator, Babel, Lawrence de Arabia y un largo etcétera de películas que año tras año no dejaban de crecer.
Cruzamos el
río Ounila, prácticamente seco en esa época del año, y comenzamos a ascender poco a poco por las callecitas
polvorientas de la fortificación. Pocos eran los edificios habitados, pues el deterioro de las antiguas casas de barro había forzado a la mayor
parte de sus habitantes a mudarse a la otra orilla del río, la parte nueva. Pequeñas tiendas de souvenirs, antigüedades y otros cachivaches
eran el testimonio de un turismo creciente en la zona.
En un alto del camino, una mujer nos saludó desde la puerta de su casa. Se dedicaba a mostrarla a los forasteros a cambio de una pequeña
propina que le ayudaba a tirar adelante. Su interior, oscuro, era también de barro. Las anchas paredes de adobe y las diminutas ventanas
aislaban la vivienda del sofocante calor seco. En la planta baja la señora tenía un par de corderos y unas cuantas gallinas. El orgullo con el que
nos lo enseñó nos hizo comprender que se trataba de algo de mucho valor para ella.
Seguimos el camino hacia el punto más alto del
Ksar donde se encuentran las ruinas de una torre y desde donde
contemplamos las vistas, que nos dejaron sin habla. Allí el viento soplaba con fuerza y permitía soportar el calor que ya arreciaba a media
mañana. Oteando el horizonte,
en las puertas del desierto, no pudimos dejar pensar en qué sentirían aquellos viajeros de
antaño que, atravesando los infinitos mares de arena en largas caravanas, llegaban a la bella
Aït Ben Haddou.
¿Sabes que organizamos viajes por el sur de Marruecos? ¡Aquí tienes información y fechas!

El Ksar de Aït Ben Haddou es Patrimonio de la Humanidad de la Unesco

Vistas del Ksar de Aït Ben Haddou

Yendo al Ksar de Aït Ben Haddou desde la parte nueva del pueblo

La entrada a una casa en el el Ksar de Aït Ben Haddou

Disfrutando de la panorámica del Ksar de Aït Ben Haddou con un té

Ventana de una casa en el Ksar de Aït Ben Haddou

Yendo al Ksar de Aït Ben Haddou

El atardecer en el Ksar de Aït Ben Haddou

Vendedores en el camino al Ksar de Aït Ben Haddou

Vistas desde lo alto del Ksar de Aït Ben Haddou

Atravesando la parte seca del río Ounila para ir al Ksar de Aït Ben Haddou

Vistas desde lo más alto del Ksar de Aït Ben Haddou

En la parte nueva del pueblo también se construye en tonos arena

El Ksar de Aït Ben Haddou
1 Comentarios
Añadir comentario
8/11/2015 - Juanjo
Mi viaje a Marruecos fue una experiencia totalmente distinta de lo vivido hasta ese momento. Te enseña una cultura muy distinta a la occidental, sensaciones, olores, colores, etc. Los paisajes naturales, los pueblos nomadas, ciudades, el desierto, te dejan sin palabras. El desierto en concreto es una experiencia fantástica, con ese silencio absoluto, las noches totalmente negras y estrelladas, una tranquilidad que se contagia. No se puede describir con palabras. Marruecos te enseña a compartir, a vivir el momento y disfrutar de las pequeñas cosas. Espero poder repetir pronto, porque es algo que nunca podria cansarme de ver.