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LA VIDA Y LA MUERTE EN CHERATINGPublicado el Lunes 25-08-2008 - (0 comentarios)Jóvenes malayas pasando el día en la playa Queremos dedicar este blog a nuestra abuela Filo, fallecida la semana pasada en un accidente de tráfico, y que estas humildes líneas sean nuestro pequeño homenaje a ella y a su vida, una historia llena de momentos dignos de pasar de generación en generación.
Huyendo del caos que reina en la gigantesca Kuala Lumpur, nuestro desea era encontrar un remanso de paz, pues después de encadenar Chicago, Bangkok y la capital malaya, la necesidad de permanecer en algún lugar tranquilo y respirar aire puro se había convertido en algo urgente.
Así llegamos a Cherating, un pueblo a orillas de mar que ofrecía todo lo que necesitábamos.
Otrora un punto turístico muy popular, otros lugares han ganado la batalla de saber adaptarse mejor a las demandas actuales, y Cherating apenas ha podido sobrevivir, en parte gracias a que todavía conserva el favor de los turistas locales, ciudadanos malayos de fin de semana que dejan el resto de días al lugar huérfano de ruido y de movimiento. Dichas características hicieron que pensáramos en Cherating como un buen lugar para pasar como mínimo una semana.
Playa, sol, jungla, ni rastro de turistas anglosajones menores de 25 años (algún día profundizaremos sobre este tema), buena comida, jugos de frutas, crepes… y encima nuestro bungalow tenía conexión a Internet.
¡Y todo a precios irrisorios!!! Mención especial se merecen los platos de gambas a menos de un euro y medio. No estamos seguros de si las gambas suben el colesterol, el ácido úrico o la presión. Lo que sea que suban, de eso ahora tenemos mucho.
Por si le faltaban alicientes a este lugar, resulta que a sus playas acuden diferentes especies de tortugas a desovar.
Después del intento fallido en Tortuguero, Costa Rica, donde estuvimos caminando por la playa durante la noche y no vimos ninguna, se nos presentaba otra ocasión de intentarlo.
Esta vez tuvimos toda la suerte que nos faltó en Tortuguero, aunque, todo hay que decirlo, nos dejó un mal sabor de boca debido a que el proceso que siguió el guía no nos pareció el correcto para la protección del animal.
Podemos decir que presenciar este regalo de la naturaleza es algo sobrecogedor.
Ver a una tortuga gigante desovar en complicidad con la noche es algo que no se puede explicar. No tenemos palabras. Tampoco tenemos fotos, pues aunque sorprendentemente el guía que nos acompañaba dijo que podíamos hacerlas, de alguna manera sentimos que no puede ser bueno para una tortuga ser acribillada a flashes mientras está sumida en un momento tan especial.
El resto de turistas que venían no opinaron lo mismo, y aquello se convirtió en un patético carrusel de fotografías.
No hay cosa que más detestemos que este espécimen de personas, ataviadas con su cámara digital, haciendo fotos a diestro y siniestro cuando ni tan siquiera han tenido tiempo de disfrutar del momento. Hacen fotos a cualquier cosa que se mueva, sea interesante o no, la mayoría de veces sin tener respeto por nada ni por nadie, especialmente cuando fotografían a personas a la cara sin ni siquiera pedirles permiso o preguntar si molestan. Piensan que los paisajes, los animales y las personas están puestos allí para que ellos los puedan fotografiar, como si el mundo entero fuera un zoo y ellos los únicos visitantes.
Volviendo al tema de las tortugas, hay que decir que, lastimosamente, la mayoría de especies de ellas están en peligro de extinción.
Parte de culpa reside en el bajo porcentaje que consiguen llegar a edad adulta. Apenas una cría de cada mil llega a la madurez.
Hay demasiados depredadores para este animal (entre ellos el hombre), que provocan que las tortugas acostumbren a tener una vida muy corta.
A veces tan sólo son minutos, pues una vez han roto el cascarón, se dirigen directamente al mar. En este pequeño trayecto de apenas 20 metros, muchas son presas de aves o cangrejos.
Posteriormente a nuestra experiencia nos enteramos que existe una Fundación que trabaja para protegerlas. Entre otras cosas, se encarga de realizar un seguimiento de los desoves y de coger los huevos para que los siempre indeseables que hacen negocio con su venta no puedan encontrarlos.
Los mantienen en lugares adecuados para su incubación hasta que nacen las crías.
Las tienen entre 1 y 3 días antes de dejarlas marchar al mar, pues de esta manera son un poco menos vulnerables y aumentan las posibilidades de sobrevivir.
Y son ellos los que personalmente se encargan de vigilar cómo realizan el trayecto de la playa al mar, evitando así que depredadores terrestres acaben con ellas.
Nos ofrecieron la posibilidad de asistir a este momento y no nos lo pensamos dos veces.
Aquella tarde se mezclaron varios sentimientos.
Por un lado la emotividad, pues se trata de un momento muy especial.
Por otro, la lástima, porque se ven criaturas tan frágiles e indefensas que es imposible esconder el reconocimiento de que probablemente acabarán sus días en las fauces de cualquier animal mayor.
Pero por otra parte, siempre existió un sentimiento de esperanza, porque sería triste vivir sin ella, y siempre es mejor que esta esperanza, por pequeña que sea, nos haga sentir que todo va a salir bien, que aquellas pequeñas tortugas podrán cumplir con su ciclo de vida y en un futuro volverán a la misma playa, esta vez a desovar para crear nuevas vidas.
Como telón de fondo, siempre estuvo el recuerdo de nuestra abuela Filo, cumpliendo también su ciclo, aunque con fin indeseable.
Pero de este ciclo macabro de final inevitable, siempre queda la esperanza de un nuevo ciclo, de una nueva vida. Así que la muerte de nuestra abuela Filo alberga en su tragedia una nueva luz, la de pensar que en alguna parte del mundo una nueva persona ha venido al mundo para abrirse paso, igual que una tortuga intentando llegar al mar, para poder cumplir con su ciclo.
Unas vidas que empiezan, otras que se acaban… y los que se quedan son testigos de todo, a veces olvidando que también son, al fin y al cabo, otras piezas más de este juego, de esta puesta en escena… un personaje más de este gran teatro que es la vida.
Leyendo en el bungalow
Un lagarto junto al río Mangrove
Paseo en barco por el río
Una de las tortuguitas que iniciaría su vida
Tortugas en la fundación
Las pequeñas recién nacidas
Los huevos son vigilados por la fundación hasta el nacimiento
Nuestras tortuguitas se independizaron
El Río Mangrove en Cherating
Ave muy común en Cherating
Las formas sinuosas de las raíces, una obra de arte
La playa de Cherating
Un grupo de chicas paseando por la playa
En una peluquería de Kemaman
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