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ISLAS PERHENTIANS. QUISIERA SER UN PEZ...Publicado el Jueves 04-09-2008 - (1 comentarios)Disfrutando del mar Los últimos días de nuestra tranquila y relajante estancia en Cherating tuvimos la mala suerte de que unos pequeños inconvenientes enturbiaron nuestro grato recuerdo de este pueblo. Y es que una de las últimas noches tuvimos una visita inesperada a nuestro bungalow… ¡Chinches! Unos malditos insectos que te acechan escondidos en el colchón, y mientras estás durmiendo te chupan la sangre a sus anchas. La picazón es muy molesta, pero si a esto le añades una alergia, con la consiguiente infección de cada una de las picaduras y los ganglios hinchados como pelotas de ping-pong, hace que tengas ganas de huir lejos y olvidar. Y eso fue muy fácil en nuestro siguiente destino, las Islas Perhentians.
En realidad las Perhentians no eran el siguiente punto de nuestra improvisada ruta, pero así lo quiso el destino.
Queríamos ir a Merang, un pequeñísimo pueblo de la costa que salía totalmente del circuito turístico. Como siempre hacemos, nos encaminamos allí en un autocar local y sin ningún tipo de reserva de hostal. Y nos pasó lo que en contadas ocasiones nos ha sucedido: nos encontramos que uno de los hostales estaba lleno (por un grupo de adolescentes de colonias), el otro estaba cerrado y el último que quedaba tenía una relación calidad-precio que podríamos calificar de estafa.
Era uno de estos hostales en que se aprovechan del turista descaradamente, amparados por el hecho de que no hay opción para elegir y a nadie le gusta domir en la calle.
Pero con nosotros no iban a poder. Mejor dormir en cualquier esquina que alimentar a estas alimañas que viven del turismo con malicia.
Eran las cinco y media de la tarde y en apenas media hora empezaría a oscurecer.
¿Encontraríamos algún sitio para dormir? Cansados, después de haber caminado unos cuantos kilómetros en nuestra búsqueda, las mochilas empezaban a pesar más de lo que podíamos soportar. Nos paramos a pensar, teníamos que tomar una decisión rápidamente.
¿Preguntamos? Pero… ¿a quién? Ni un alma por allí. ¿Le pedimos a alguien que nos acoja esta noche? ¿Nos quedamos a dormir a turnos en un porche? ¿Intentamos agarrar un bus hacia otra parte? Pero… ¿Hacia dónde? El autocar nos ha dejado en medio de la carretera, aquí no hay ninguna terminal ni estación donde consultar horarios ni destinos.
Al fin se nos ocurrió algo: cerca de donde nos dejó el bus recordábamos haber visto una gasolinera, allí podríamos preguntar.
Justo al llegar delante, unos tipos que charlaban apoyados en un coche nos dieron la respuesta que no queríamos oir: “No chicos, no hay más buses ya. El último era a las cinco”.
Añadieron que nos podían llevar a la ciudad más cercana por un precio que ellos dijeron que era módico pero que nosotros considerábamos un abuso.
Con tal panorama, entramos a la gasolinera a comprar tabaco, al menos fumaríamos. Se nos ocurrió volver a preguntar a la chica que nos atendió si había algún bus en dirección al norte, nunca se sabe.
- Sí - nuestra cara se iluminó. - El último es a las seis. Dentro de… (miró el reloj) un minuto. Al otro lado de la carretera.
Corriendo con las mochilas, el monedero en una mano y el tabaco y el cambio en la otra, pasamos al lado de los dos listillos a los que sólo tuvimos tiempo de lanzar una mirada de desprecio.
A pocos metros un bus se aproximaba en dirección a Kuala Besut, el pueblo desde donde zarpan los botes hacia las islas y donde dormimos aquella noche.
Al día siguiente ya estábamos en Pulau Kecil, la isla pequeña de las Perhentians. Allí nos instalamos en la playa Teluk Kerma, donde solamente el hostal D’Lagoon rompe la armonía natural del mar y la selva.
Cinco maravillosos días estuvimos allí. Sin teléfono, sin internet pero con un increíble mundo marino por descubrir. Durante esos días bien pudimos desarrollar escamas y aletas por adaptación al medio acuático en el que nos pasábamos la mayor parte de la jornada. Allí conocimos las más impresionantes obras de arte que jamás hemos visto. Verdaderas catedrales donde los altares son colosales rocas esculpidas por las ondulantes manos del mar, decoradas con corales y plantas de intensos colores verdes, rojos, blancos, azules, morados… y con sus miles de misteriosas criaturas marinas como fieles devotos.
Aprendimos que las orillas de las playas en estado natural están formadas por suaves colinas repletas de tesoros nacarados deslumbrantes y buceamos junto tortugas gigantes y tiburones (inofensivos, pero tiburones).
Y como en las islas paradisíacas no hay cajeros automáticos, nuestra marcha la fijó el día en que en nuestra cartera apenas quedaban unas monedas.
Ahora entendemos por qué al ir a estas islas, te recomiendan comprar un billete de ida y vuelta.
En la solitaria Playa Tortuga
Desde la habitación del hostal D'Lagoon
La Playa Romántica de la Isla Besar
Turistas Malayos tomando un baño de mar
La turística playa Pasir Panjang, más conocida como Long Beach
La Playa Adam y Eve tiene más conchas que arena
Playa Romántica
Nos pasamos los días en remojo
Playa Romántica, y nuestro taxi acuático
1 Comentarios
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25/05/2013 - Marta
Increibles estas islas! Gracias por la buena recomendación, decidí ir después de leer los dos posts dedicados a este paraíso.
La verdad que ya tengo ganas de volver
Un saludo!