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OTRA MANERA DE HACER LAS COSAS, EN PANJIMPublicado el Sábado 30-05-2009 - (0 comentarios)
Iglesia principal de Panjim.Es muy frecuente que, influidos por la fama de cierto lugar o región, algunas cosas nos puedan pasar desapercibidas.
Este es el caso de Panjim, invisible por muchos viajeros que acuden a Goa única y exclusivamente con la intención de broncearse y pasear por la playa.
Quien tan sólo busque arena y sol, se perderá la oportunidad de conocer una simpática ciudad que sorprende por las callejuelas de su barrio Fontainhas, repleto de casas de colores al más puro estilo portugués.
Precisamente desde Panjim, hicimos una excursión de un día a Old Goa, la antigua capital del estado, antaño capaz de plantar cara a la mismísima Lisboa… hoy apenas un conjunto de iglesias y catedrales que conforman una ciudad museo.
Fue en Old Goa donde tuvimos nuestros primeros problemillas con la policía india.
¿La culpa? Encender un cigarrillo en el parking exterior del recinto.
Nos estamos encontrando que está prohibido fumar en casi todos los lugares, infinidad de carteles te lo recuerdan. Por eso hay que aprovechar los pocos lugares en donde se puede, así que un parking al aire libre, sin nadie alrededor y sin el eterno letrero de “Fumar aquí es una ofensa”, parecía el lugar perfecto.
El policía gordinflón que estaba a unos 30 metros pareció tener un radar anti-humo, y apenas dos caladas más tarde ya había detectado una humareda sospechosa. Al cabo de poco menos de un minuto, ya estábamos en la garita policial sentados en un par de sillas incomodísimas, con dos uniformados agentes delante y una multa de 1000 Rupias encima de la mesa.
– No vamos a pagar ninguna multa –dijimos con autoridad –en el parking exterior no está prohibido fumar.
Debimos sonar muy convincentes, pues inmediatamente las mil Rupias se convirtieron en quinientas.
– No se trata de la cantidad –continuamos– es una multa injusta, ustedes lo saben y nosotros también. No vamos a pagar nada.
Pasaron cinco, diez, quince… veinte minutos, y los argumentos eran los mismos y la discusión se hallaba anclada desde hacía rato en el mismo punto. La diferencia era la cantidad, pues ahora era de tan sólo 100 Rupias (apenas un Euro y medio).
Regatear con la policía es más agotador que hacerlo con el vendedor más exigente del mercadillo, así que viendo que íbamos a perder la mañana, decidimos pagar las 100 Rupias y olvidarnos del tema.
Al cabo de una hora, paseando por Panjim, unos pantalones coloridos llamaron nuestra atención. La vendedora no pasó por alto nuestro interés y se apresuró a poner precio al objeto de nuestros deseos.
– ¿Cuatrocientas Rupias? Ni locos vamos a pagar esto.
– Podríamos dejarlo en trescientas – contraofertó la intrépida vendedora.
– Es una cantidad desorbitada –le dijimos– es un precio injusto, usted lo sabe y nosotros también. No vamos a pagar tanto dinero.
¿Cerramos el trato en doscientos cincuenta? –apuró.
–No vamos a pagar más de 100 –contestamos– Por cierto… ¿Tiene un par de sillas?

Una de las calles del barrio Fontainhas, en Panjim.

Una de las calles más concurridas de Panjim.

Un vendedor de artilugios para hacer pompas de jabón.

Casa colonial en Panjim.

Turistas locales cerca de las Iglesias de Old Goa.

Paseando por Panjim.

Una estación de rickshaws, el transporte más habitual.

Puesta de sol desde la Iglesia.

Templo hinduista.

Vista entre los tejados del barrio portugués.

Iglesia do Bom Jesús, donde está enterrado San Francisco Javier.
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