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EL SUEÑO DE ALEJANDROPublicado el Viernes 28-05-2010 - (0 comentarios)Nuestro amigo Ignasi duerme junto a un lugareño en el tren hacia Alejandría. Volver a Luxor fue como volver a casa. Allí nos esperaba nuestra familia Egipcia del Hostel Oasis, que nos mimó hasta el último minuto; el reencuentro esperado con nuestra profesora de árabe y su marido, Asmaa y Hassan; la magia del templo de Luxor al anochecer; charlas viajeras en el ‘chill-out’ fumando ‘shisha’; en definitiva, todo aquello que te puedes permitir hacer cuando no estás obsesionado con turistear hasta la extenuación.
Pero nuestro siguiente destino era Alejandría, el sueño de Alejandro Magno, el escenario de las aventuras de amor y de intriga de Marco Antonio y Cleopatra, el centro del saber y de la cultura de la antigüedad griega. Una ciudad con tantos calificativos como personas han pasado por ella a lo largo de su historia. Una ciudad que huele a nuestro mediterráneo…
Por eso cuando dejamos Luxor y partimos en aquel tren nocturno, lo hicimos con una mezcla de sentimientos diferentes, incluso contradictorios. Añoranza, melancolía, curiosidad, ilusión, tristeza, alegría… todo junto, agitado y con el ingrediente escénico de una estación de tren, evocador de recuerdos y románticas historias.
Alejandría nos dio la bienvenida con un sol radiante y un fuerte viento fresco y húmedo. De nuevo estábamos en invierno. Nos apresuramos a sacar el forro polar del fondo de la mochila, arrugado tras casi dos meses de cautiverio. En seguida nos dimos cuenta que, a diferencia del resto de lugares en los que habíamos estado, el regateo era apenas inexistente. El precio de salida del taxi era el adecuado, no estaba hinchado. Allí no nos trataban como a turistas bobos de los que ganar euros fáciles. Y eso permite relajarte. De pronto, no tienes que andar preguntando precios, no dudas ni desconfías cuando alguien te recomienda un lugar, ves más sonrisas desinteresadas, más personas amables. Y cuando te sientes así, la estancia se te queda corta y el tiempo corre más rápidamente.
Nos faltó tiempo para disfrutar de las avenidas ajetreadas del centro, de las misteriosas callejuelas, de las innumerables cafeterías con solera, del paseo marítimo, de ese mar que esconde secretos de la antigua ciudad esplendorosa, de los restaurantes de pescado fresco a precio de ganga, de la impresionante Biblioteca Alejandrina, homenaje a la Antigua Biblioteca de Alejandría de la que se dice fue un centro de sabiduría y conocimiento jamás visto.
Nos faltó tiempo… y siempre que nos sucede eso grabamos en nuestra memoria el lugar al que sin duda volveremos.
Incluso a última hora el templo de Luxor está lleno de visitantes.
Un camino custodiado por centenares de esfinges une el Templo de Luxor con el Templo de Karnak.
Las luces dan un aspecto misterioso al monumento.
Mohamed, el encantador camarero del Chill-Out del Oasis Hostel, siempre con una sonrisa en los labios.
Con Asmaa y Hassan, nos llevaron a uno de los bares de moda de Luxor.
La terraza Chill-Out del hostal... color sobre una ventana que muestra un trozo gris de la ciudad de Luxor.
El templo de Luxor se puede visitar hasta las ocho de la tarde, ideal para disfrutar de la iluminación.
Junto al paseo marítimo de Alejandría.
El tranvía de Alejandría es uno de los transportes públicos más cómodos para moverse por la ciudad.
En una cafetería jugando a backgamon y fumando shisha.
Con Ignasi frente a la Biblioteca Alejandrina.
En el interior de la Biblioteca Alejandrina.
Un taxi frente a la gran biblioteca.
Monumento junto a la Biblioteca Alejandrina.
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