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ASMAA Y SU MUNDOPublicado el Lunes 08-03-2010 - (0 comentarios)
En una clase de árabe, en la terraza del Oasis HotelCon Hassan, uno de los encargados del Hostal Oasis de Luxor, nos dirigimos a su casa. Se encuentra en un pueblo a pocos kilómetros de la ciudad. Tras hacer una señal al conductor de la camioneta pública, se para frente a un grupo de casas. Nos adentramos en el pueblo por una calle de tierra. Hassan va saludando a sus vecinos sentados a lado y lado de la calle que toman el fresco del atardecer. Al fondo de la calle se erige un edificio de tres plantas y una última a medio construir. Se trata de su casa, la casa familiar. Una planta por hermano, y la última pendiente por si algún día otro pariente necesita un apartamento. Mientras, la usa toda la familia para criar gallinas.
Llegamos a su piso, el segundo. La puerta está abierta y Asmaa, al oírnos entrar, nos recibe con una calurosa bienvenida. Nos enseña la casa con la ilusión propia de una mujer casada tan sólo hace unos pocos meses.
Pensamos lo lejos que queda aquella Asmaa que Hassan nos presentó como su esposa dos semanas atrás. En ese momento, Asmaa nos estrechó la mano mientras sonreía tímidamente. Su rostro sereno, enmarcado por un pañuelo granate, nos pareció el de una virgen. Ese día habíamos quedado para conocernos y hacer una primera clase de árabe de prueba. Algo nos dijo que era la primera vez que hacía de profesora, pero que pronto se desenvolvería como una experta. Nos contó que había estudiado magisterio y que en un futuro querría trabajar en una escuela, tras criar a los dos hijos que le gustaría tener. Uno ya estaba en camino.
Y aquí estamos, mirando la habitación de los que vendrán, “inxal-lá”, si Dios quiere. Ya está preparada, con sus camitas y armarios incluidos.
Asmaa acaba de preparar la cena y nos sentamos sobre la alfombra del salón para saborear los diferentes platos que ha cocinado para la ocasión. Ya hemos acabado de cenar, cuando oímos unos suaves golpecitos en la puerta de la entrada que sigue abierta. Se trata de una de las sobrinas de la pareja que, como suele hacer cuando no juega con sus primos y amigos en la calle, visita a sus tíos preferidos. A los pocos minutos ya tenemos a otros dos sobrinos que nos miran con cara de alucinados. Quizás no tengan la Play Station y su ropa sea de tercera mano como mínimo, pero nos parece que tienen una infancia de lo más feliz.
Y es en momentos como estos en los que pensamos que el progreso o la riqueza quizás no nos lleven hacia modelos sociales donde poder ser más felices. ¿Nos estaremos convirtiendo en esclavos de nuestras ambiciones?

Con Hassan y Asmaa en su casa

Asmaa y Hassan

Los sobrinos de Hassan y Asmaa
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