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4000 KILÓMETROS DE NORTE A SUR DE ARGENTINAPublicado el Viernes 14-01-2005 - (1 comentarios)El pasado viernes, después de cinco horas de viaje desde Asunción, llegamos a Foz Iguazú, la ciudad brasileña. Desde allí tomamos un taxi que nos llevó al Hostal, Residencial Lilian, en Puerto Iguazú, la ciudad Argentina. Después de hacer una corta siestecilla para reponernos del viaje y de comer, fuimos a ver ´las tres fronteras´, que es el lugar donde se junta el Río Paraná y el Río Iguazú y desde donde se pueden ver los tres países fronterizos: Brasil, Paraguay y Argentina.
Puerto Iguazú es un lugar enfocado al turismo pero muy tranquilo. Allí fue donde comenzamos a conocer las desventajas de los aventureros, pues uno de los dos tuvo la famosa ´diarrea del viajero´. Por este motivo nos tomamos dos días de ´relax´ y aprovechamos para acabar de arreglar los próximos pasos del viaje.
El domingo tuvimos la agradable sorpresa de reencontrarnos con los tres amigos madrileños que conocimos en Montevideo, Andrés, Noe y Manolo. ¡Qué casualidad! Resulta que ellos también cambiaron la ruta planificada, yendo a Iguazú en lugar de la Patagonia. Les explicamos cómo era nuestro Hostal y lo bien que estaba en relación calidad-precio, y al día siguiente ya eran nuestros vecinos de habitación. Ha estado muy bien reencontrarnos, pues hemos compartido momentos muy divertidos, hemos aprendido juegos nuevos como el ´antiajedrez´ -un juego que se inventaron y que se trataba de que ganaba quien perdiera... Intentadlo, no es tan fácil y es más divertido-, hemos tenido charlas muy interesantes, y nos ha servido para conocernos mejor.
El lunes fuimos, por fin, al Parque de Iguazú para admirar las famosas cataratas. Lo primero que hicimos cuando llegamos fue ir a ver la ´Garganta del Diablo´. Estábamos ansiosos por ver aquel grandioso salto de agua y no nos defraudó. ¡Fue impresionante! Una cantidad de agua inimaginable cayendo con furia sobre más agua. Desde el mirador donde estábamos acabamos totalmente empapados, pues caía una lluvia fina pero constante, fruto de las salpicaduras de la cascada. No se puede describir lo que se siente delante de una maravilla como esta. La fuerza de la naturaleza te supera y te ves tan insignificante allí en medio... Acapara todos tus sentidos: Todo tu campo visual -incluso llegas a ver borroso-, sólo puedes escuchar el estrepitoso sonido del agua, notas como el agua te moja, y puedes llegar a oler la humedad...
Después ya fuimos viendo el resto del Parque. Lo tienen muy bien montado -ya está bién por los 30 Pesos que te hacen pagar por entrar-. Tienen un trenecito ecológico, caminitos que recorren todo el parque pasando por los lugares con mejores vistas a los diferentes saltos de agua, y también hacen actividades con lanchas (pagando aparte, ¡claro!) que te llevan a pasear por el río para admirar la fauna y flora, e incluso tienes la oportunidad de ver los saltos desde el agua, eso sí, acabas mojándote de arriba a abajo.
En el parque pudimos disfrutar, aparte de las cataratas, de una vegetación propia de la selva y de infinidad de especies de animales curiosas. Vimos ´coatíes´, un mamífero del tamaño de un perro mediano con el morrito alargado. También vimos un montón de lagartos que iban de los dos a los cuatro palmos de longitud y un sinfín de lagartijas o dragones que corrían contínuamente escondiéndose de los visitantes. Durante el paseo por el río vimos ´yacarés´ -una especie de caimanes-, tortuguitas y un montón de insectos que duplicaban o triplicaban la medida de los que habíamos visto hasta entonces. Habían unas mariposas casi de palmo de una variedad de colores que nunca habíamos visto antes.
Nos dimos un hartón de pasear por los caminos y por la pequeña isla de San Martín, situada entre dos grandes saltos.
Al día siguiente hicimos una pequeña excursión en medio de la selva por el llamado ´Sendero Macuco´. Nos habían dicho que allí encontraríamos monos, pero no tuvimos esa suerte. Eso sí, vimos una rata de campo enorme... ¡aunque esto no tiene demasiado mérito! Fueron dos horas y media caminando (ahora a esto lo llaman trekking) y al final del camino llegabas a un salto de agua que iba a parar a un ´pozón´, una piscina natural donde podías bañarte. Llegamos al hostal muy cansados y después de hacer una buena siesta, fuimos a cenar con nuestros amigos como despedida, ya que al día siguiente ya partíamos todos, nos volvíamos a separar... Seguro que nos volvemos a encontrar. De todas maneras, les deseamos mucha suerte en su periplo, y que lleguen a encontrar lo que buscan en cada caso. ¡Mucha suerte chicos!
Al día siguiente, antes de coger el autocar que nos llevaría a Buenos Aires, fuimos a visitar las Ruinas Jesuíticas de San Ignacio Miní. Sólo tuvimos tres cuartos de hora para verlo todo, pues el autocar salía a las seis de la tarde y el viaje hasta San Ignacio fue de cinco horas. Nos dio mucha pena no disponer de más tiempo, pues es un lugar mágico y relativamente poco explotado a nivel turístico. Por lo poco que pudimos ver, los Jesuitas fueron (dentro de toda la colonización española) de los que mejor se portaron con los indígenas. Parece ser que, aparte de quererlos convertir al cristianismo, respetaron parte de su cultura y se llegó a una especie de simbiosis cultural. Llegaron a enseñar, además del castellano, el guaraní en las escuelas, y utilizaron el arte como vehículo para acercarse a ellos. De esta manera se dice que hubo un gran desarrollo en música, pintura, escultura, arquitectura, etc.
El estilo de los Jesuitas no debió gustar mucho a la corona española, pues fueron expulsados de todo el Imperio por el Rey Carlos III.
Una vez de nuevo llegados a la gran capital argentina, comprobamos que ciertas cosas no tienen demasiada explicación. Resulta inútil analizarlas, ni tan siquiera tratar de entenderlas. De otra forma, perderíamos el tiempo tratando de comprender porqué, al volver a Buenos Aires, tuvimos la sensación de volver a casa.
Apenas habíamos estado aquí una semana, antes de partir hacia Uruguay, Paraguay y más tarde Puerto Iguazú. Pero lo cierto es que, quizás sin darnos cuenta, creamos un arraigo momentáneo que al volver nos hizo tener la mencionada sensación, la de regresar a un lugar al que pertenecíamos.
Volver a Buenos Aires significó también volver al lugar donde empezó todo. Ahora iba a ser, de todos modos, algo diferente nuestra estancia aquí. Esta vez no fuimos a casa de Vero, nos hospedamos en un albergue del barrio de San Telmo, la parte más antigua de la ciudad, el lugar donde viven y trabajan los artistas bohemios. De esta manera, podíamos permanecer más tiempo en la ciudad, ya que la casa que Vero tenía en el country estaba a más de media hora en coche y el transporte público nos limitaba mucho.
El día que llegamos lo invertimos en descansar, ya que de nuevo un viaje en autocar de más de 18 horas nos había dejado exhaustos. Además, debíamos reservar fuerzas, ya que al día siguiente teníamos la fiesta de aniversario de Vero, que cumplía 30 años. La fiesta fue genial, y allí nos volvimos a encontrar con los amigos de Vero, que de nuevo se portaron fenomenal con nosotros, al igual que sus hermanos, Carlitos y Lolo. Éste último nos llevó, una vez acabada la fiesta, a nuestro hostal.
Al día siguiente nos despertamos a las 2 de la tarde, cansados y un poco resacosos. Paseamos por la ciudad por la tarde, y por la noche fuimos a tomar unas cervezas a un lugar al que a lo largo de estos días hemos vuelto varias veces, ya que nos encontrábamos muy a gusto. Estamos hablando de la Plaza Do Rego, una plaza al estilo de las del barrio barcelonés de Gracia.
De hecho, estos 7 días que hemos estado de nuevo en Buenos Aires, nos hemos dedicado más a disfrutar de la ciudad que no a conocerla. Esto no quiere decir, a pesar de todo, que hayamos dejado de visitar lugares que resultan imprescindibles de ver, como por ejemplo el barrio de La Boca. Este barrio tiene un encanto mágico, ensalzado por su calle principal, ´Caminito´, un paseo sorprendente repleto de casas pintadas de amarillo, azul, rojo y verde. Aunque es un lugar excesivamente turístico, lo cual le hace perder un poco de autenticidad, es imprescindible conocerlo si de Buenos Aires nos queremos llevar un recuerdo completo. Justo al lado, el estadio de fútbol ´La Bombonera ´, donde juega sus partidos el equipo de Bocajuniors. No desperdiciamos la ocasión de realizar una visita guiada por el estadio y por el museo que hay en su interior. Un guía al que se le notaba demasiado que el equipo de Bocajuniors era su vida, nos explicó detalles muy interesantes sobre este club de fútbol.
También durante estos días, fuimos al mercadillo de la Plaza de Francia del barrio de La Recoleta , donde infinidad de artesanos exponen sus mercancías.
También hicimos una visita patriótica. Fuimos al Casal de Catalunya, donde los señores Jordi y Jaume, presidente y vicepresidente de la entidad, nos lo mostraron de arriba a bajo. El edificio es precioso, de estilo modernista, que destaca sobre vivendas contiguas de la calle Chacabuco, también en el barrio de San Telmo. Lo más destacable, un teatro para unas 600 personas, réplica a escala del Liceo de Barcelona. Es curioso constatar que los señores Jordi y Jaume, que llevan ambos más de 50 años en Argentina, han podido ver al país en sus dos momentos más diferenciales, ya que cuando ellos llegaron, lo hicieron en busca de una vida mejor después de abandonar una Cataluña que por aquel entonces no ofrecía mucho. Ahora, y a pesar de que el nuevo gobierno de Kirchner parece que está enderezando la situación, ven con asombro y resignación en lo que se ha convertido la rica Argentina a la que ellos llegaron. Argentina y latinoamérica en general, tienen una historia la cual no invita a ser optimista precisamente. Parece mentira que ciertas cosas hayan podido pasar en este continente, y más triste es aún comprobar que el peor cáncer que esta parte del mundo ha sufrido ha sido su propia riqueza, dirigida a abastecer las necesidades en primer lugar de los colonizadores y más tarde de Europa y Estados Unidos. Como dice Eduardo Galeano en su libro ´Las venas abiertas de América Latina´ (el cual recomendamos muy fervientemente): ´Perdimos, otros ganaron. Pero ocurre que quienes ganaron, ganaron gracias a que nosotros perdimos´.
En nuestro último día en Buenos Aires, fuimos a ver “La Manzana de las Luces” el conjunto arquitectónico más antiguo de la ciudad, que se remonta a principios del siglo XVII como asentamiento jesuita. En su interior vimos los ´Túneles de San Telmo´, que en el pasado comunicaban los lugares clave de la ciudad. Hoy en día, los historiadores aún no se han puesto de acuerdo en explicar el porqué se construyeron. Cuando los jesuitas fueron expulsados, se encontró en estos túneles productos no fabricados en las colonias, lo cual apoya una versión defiende que eran utilizados para el contrabando. La otra versión es que fueron construidos como defensa. Sea como sea, es muy interesante este lugar, aunque un parking que han puesto al lado le ha restado parte de terreno y encanto. El resto del día, nuestro último día en Buenos Aires, lo pasamos haciendo tiempo por diversos bares, esperando que llegaran pronto las 5.30 de la madrugada, hora a la que salía nuestro avión hacia Ushuaia, la ciudad del fin del mundo.
Dejar Buenos Aires no nos produjo pena alguna, ya que es uno de aquellos lugares a los que sabes perfectamente que tarde o temprano volverás.
Viajar a Argentina es algo que sabemos que vamos a volver a hacer. Nadie debería despedirse definitivamente de Buenos Aires.
Y después de la gran capital... el fin del mundo, el fin de la tierra... Seguro que muchos pueblos, en el pasado, han definido así sus límites por el desconocimiento de lo que había más allá de los inacabables océanos. El caso de Ushuaia, es especial. Incluso con los conocimientos geográficos de hoy en día, cuando estás en esta ciudad, la más austral de la tierra, sigues teniendo esta sensación inexplicable. Más allá del Canal Beagle, se halla la confluencia de dos océanos que te lleva a las heladas aguas del Antártida.
El tiempo en Ushuaia es impredecible; Su eterno viento trae las tempestades y se las lleva con la misma rapidez y…¡ay! Cuando el cielo se cubre con todos aquellas nubes consistentes, grises… entonces sí que piensas en el fin del mundo, pero en otro sentido.
Hicimos el trayecto Buenos Aires-Ushuaia en avión. No lo teníamos previsto, pero los 3.000 Km. que separan estas ciudades y el precio del viaje (unos 80 euros) nos acabaron de convencer. Resultado: cuatro horas de vuelo y unas vistas preciosas tanto en el despegue –con todo Buenos Aires a nuestros pies- como el aterrizaje –el dibujo perfecto de los límites de la tierra como si de un gran mapa se tratara.
Llegamos sobre las nueve de la mañana y ya notamos la dureza del clima. Podríamos decir que el verano de Ushuaia es como el invierno de Barcelona. De nuevo, un cambio brusco de temperaturas. Enseguida encontramos el camping donde plantamos la tienda de campaña, en las afueras de la ciudad pero muy bien comunicado con dos líneas de autobuses. El camping fue todo un descubrimiento. Había un refugio, donde vivían los dueños. Allí podíamos utilizar la cocina y teníamos un lugar cálido para hacer vida. Pero lo más curioso eran los demás campistas; un grupito de artesanos del cuero, de la lana y de la plata, que tenían un estilo de vida muy peculiar. Se dedicaban a trabajar en el refugio y después iban a vender sus piezas en el pequeño mercado de artesanías de la ciudad. Así conocimos a Mario, un chico argentino que hacía bolsos y carteras de cuero pintadas a mano. Se conocía toda Latinoamérica, pues él viaja permanentemente a la par que trabaja. Se desplaza haciendo auto-stop y vive donde puede: albergues, campings, casas particulares, etc. Nos dio muy buenos consejos para viajar y nos enseñó cómo hacía sus piezas, verdaderas obras de arte. Esa noche en el camping pasamos mucho frío, así que al día siguiente, además de pasear, fuimos a comprar aislantes para el suelo. Por la noche, nos abrigamos tanto que casi no cabíamos en el saco. Aquel mismo día, por la mañana, paseando por la calle nos encontramos a Bernard, un chico francés que conocimos en Montevideo, a más de 3.000 km de allí. ¡Parece mentira! Sería como conocer a alguien en Barcelona y encontrártelo al cabo de un tiempo paseando por las calles de Noruega.
A día siguiente hicimos una excursión náutica por el canal Beagle de unas 3 horas. Para nuestra economía resultó un poco caro (20 euros cada uno), pero mereció la pena. La panorámica era increíble; el tiempo había empeorado, el cielo estaba cubierto de nubes, con lo cual el agua se veía muy oscura y contrastaba con el cielo, las rocas, el verde de las montañas… Durante la navegación vimos, además del paisaje, animales como leones marinos, cormoranes, albatros, gaviotas, etc. Nos hizo mucha gracia cuando unos leones marinos se pusieron a saltar alrededor del catamarán como lo suelen hacer los delfines.
Al día siguiente fuimos a la ciudad para coger el autocar que nos debía llevar al Parque Nacional de Tierra del Fuego, pero hacía tanto frío que cambiamos de idea y nos hospedamos en un hostal, esperando para ir al parque al día siguiente. Suerte de esta decisión de última hora, porque por la tarde llegó incluso a caer aguanieve.
Domingo, finalmente, fuimos al Parque y nos quedamos dos noches. Acampamos en el camping que había dentro, situado al lado del Lago Roca, y desde allí organizamos las excursiones por las diferentes rutas y caminos. En estas excursiones atravesamos bosques de cuentos de hadas: Vegetación espesa, árboles caídos, musgo por todos los lados, la tierra húmeda y tierna a cada paso… y de fondo, la oleada suave del lago, el ruido de algún animal que se escondía a nuestro paso, el canto de los pájaros, y ese olor a tierra húmeda que tanto nos gusta. También pudimos ver “turbas” –lugares donde se va sedimentando la materia orgánica durante miles de años-, y “castoreras” –las presas que construyen los castores en los ríos-. Desgraciadamente, no estuvimos en el Parque todo el tiempo que nos hubiese gustado, pues comenzó a hacer mal tiempo y no nos apetecía volver a pasar frío. ¡Fue demasiado tarde! Uno de los dos sufrió las consecuencias con unas “naturales” anginas. ¡Todo no iba a ser perfecto!
1 Comentarios
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4/03/2014 - horacio
Hola chicos,he leido todo su blog completo sobre mi amada Argentina!Les agradezco mucho los elogios,al admiración y el respeto expresado a mi pais.Realmente me emocionó mucho lo del BS AS de antes y despues,de sus 8 años de diferencia.Me emocionó también,la frase de 'que nadie deberia despedirse definitivamente de BS AS!Es una frase sencillamente maravillosa y la voy a adoptar para siempre.Les deseo lo mejor,lamento el mal tiempo que le tocó,(especialmente en Bariloche) y la Angostura,estos lugares deben recorrerlo profundamente con tiemp y con buen clima!).Hasta siemrpe y ojalá puedan seguir viajando.Gracias!Horacio