Porque nos protege de uno de los narcóticos más nocivos de la vida: la rutina.
Porque acentúa nuestra curiosidad y ahoga nuestro conformismo.
Porque nos enseña a adaptarnos muy rápido a los cambios, y eso en la vida es mucho más útil que cualquier licenciatura.
Porque nos recuerda que mientras tengamos ganas de aprender, tendremos ganas de vivir.
Porque borra de un plumazo todos los prejuicios que otros intentan inculcarnos.
Porque nos da la oportunidad de conocernos cada día un poquito más a nosotros mismos.
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