Hay ciudades que aparentemente no tienen nada, pero por poco que busques, acabas encontrando algo que la hace atractiva. Cualquier lugar tiene algo que lo hace especial, diferente a los demás.
Y hay ciudades tan feas, tan caóticas, tan sucias, que la conjunción de todos esos factores negativos acaban dando un vuelco y… ¡Voilà!, esa ciudad tan demacrada despierta en ti la gracia que otras ciudades no han conseguido. Porque estar en un lugar tan feo, tan caótico y tan sucio, te obliga a tomártelo de otra manera, y hay que recurrir al espíritu aventurero para desenvolverte, y eso es algo que, después de estar tres semanas en Nepal viviendo como un turista más en este país donde todo está preparado para el visitante, se agradece pues uno vuelve a sentirse un viajero, un aventurero.
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